Si por algo fue relevante el siglo XVIII en Menorca fue por la presencia que la corona británica tuvo en la isla durante casi un siglo. Fueron más de 70 años que dejaron una huella que el paso del tiempo no ha conseguido borrar. La Guerra de Sucesión española dejó oficialmente -tras el Tratado de Utrech y después de 5 años de disputas- Menorca y Gibraltar bajo soberanía británica. He aquí el legado británico de Menorca que aún pervive.

El legado defensivo

La arquitectura militar de carácter defensivo es quizá el mayor legado británico que podemos encontrar en Menorca. El litoral de la isla está plagado de referencias que nos recuerdan que una de las prioridades de nuestros antepasados era protegerse de posibles invasiones marítimas.

castillo de san Felipe, Menorca_ferrer hotels

Es por ello que una espectacular construcción como el Fuerte Marlborough vigila al visitante que llega a Mahón desde el mar. Es una fortificación que fue erigida para proteger la entrada a puerto junto con la Torre Stuart y el Castillo de San Felipe, un edificio que fue ampliándose durante sucesivas dominaciones británicas y que, en parte, demolieron los españoles en el año 1782.

Y como elemento defensivo, que mejor que torres que se levantan firmes frente al mar para la protección de los isleños frente a los piratas que por aquel entonces asolaban el Mediterráneo. En la Torre de la Princesa -en el acantilado de la Mola- se almacenaba pólvora, munición y viandas para los oficiales. La Torre Fornells vigilaba la entrada a puerto con sus cuatro pisos y servía de atalaya al castillo de San Antonio en el municipio que le da nombre. Por su parte, la Torre de Castellar era la protectora de Ciutadella, con un curioso acceso a través de un pasillo ubicado bajo tierra. También son dignas de mención la Torre d’en Quart, por su particular situación más alejada de la costa, o las Torres de Rambla, de San Felipet o la de Sa Mesquida.

El legado civil

Durante todos estos años los británicos pasaron la capitalidad de la isla de Ciutadella a Mahón al considerar este punto el más interesante de todo Menorca debido a su puerto natural, el cual abrieron con gran ahínco al comercio exterior. Allí, en el centro del mismo, hay una isla que fue bautizada como ‘La isla del rey’, en la que construyeron un hospital (hoy en desuso y en fase de recuperación por un equipo de entusiastas voluntarios) donde atendían a los heridos en batallas navales. También es el Camino d’en Kane uno de los legados británicos en Menorca más importantes, vía que unía ambas ciudades bordeando los campos menorquines, suponiendo una vía de comunicación vital durante el siglo XVIII.

isla del rey, Menorca_Ferrer Hotels

En referencia a las casas que por aquellos años se construían, quedan recuerdos en ventanas de guillotina que aún se vislumbran por todo la isla, en el color verde de algunas contraventanas y en los ‘boinders’ (del inglés, bow windows) que decoran todavía muchas casas en Menorca formando esos miradores de cristal que sobresalen en las fachadas.

Ventanas herencia británica_Ferrer hotels

La huella inglesa también ha llegado hasta el mobiliario. Muebles sobrios y solemnes como los del estilo ‘Reina Ana’, o los más clásicos que responden al estilo ’Sheraton’ o incluso los más elegantes de influencia ‘Chippendale’ han sido reproducidos por ebanistas en épocas posteriores hasta llegar a nuestros días.

El legado cultural

Y si el legado británico en Menorca es voluminoso en cuanto a edificaciones castrenses y civiles, no lo es menos en cuanto a la herencia cultural que allí dejaron. No fueron otros sino marineros y soldados quienes, aficionados a esta bebida alcohólica, introdujeron la ginebra en la isla. En cuanto a sólidos, el famoso pudin inglés (‘greixera dolça’ en menorquín) lleva más de 200 años elaborándose en esta isla balear. También el ‘brou de xenc’ (un sabroso caldo de carne de res) y la manteca con la que se elaboran muchas recetas menorquinas en sustitución de la mantequilla son de fuerte arraigo británico.

juego de cánicas_Ferrer Hotels

Entre los más pequeños aún perduran juegos y entretenimientos como las cánicas o ‘mérvels’ o el ‘faitim’, el clásico juego del pilla-pilla cuyo nombre derivó de las palabras inglesas ‘fight him’. Y es que el vocabulario menorquín está plagado de anglicismos. Entre los términos más populares podemos encontrar: ‘bótil’ (bottle – botella); ‘grevy’ (gravy – salsa); ‘escrú’ (screw – destornillador); ‘xubec’ (to bed – siesta); ‘fingles’ (fingers – dedos); o ‘moguin’ (mahoganny – caoba).

Y si el Día de los Inocentes en el resto de España se celebra el 28 de diciembre, es el 1 de abril cuando en Menorca se gastan bromas de todo tipo a grandes y pequeños en el ‘Día d’enganar’, en clara herencia del ‘April’s Fools Day’ de tradición anglosajona.

La isla de Menorca siempre ha sido un territorio codiciado por su estratégica posición en el Mediterráneo; es por esto que fueron los ingleses quienes en el siglo XVIII consiguieron su control, dejando a lo largo y ancho de esta tierra una influencia que ha pervivido hasta llegar a nuestros días.

 

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